Estas podrían ser las etapas que acreditan al hombre que más se acerca a la sabiduría futbolística, quizás la verdadera, pero siempre imposible de demostrar:
1.- Elige a los buenos jugadores dentro del contingente de miles de aspirantes.
2.- Asignarlos a los puestos más adecuados para las condiciones con las que nacieron y nadie puede dar.
3.- Inducirlos a que no intenten hacer lo que no saben, o lo mínimo que pueden dentro de lo que nacieron sabiendo hacer.
4.- Que aquellos jugadores así seleccionados, así ubicados y así asesorados... hagan en adelante lo que mejor les parezca. Déjalos jugar. Con ánimo y sentido recreativo para sí mismos, como mayor garantía de recreo para quienes los contemplan, ya sea con afán de victoria material, o con idea de la belleza de un arte donde la mayor seducción —y su mayor preocupación, la meta — estará garantizado en la medida de la creación espontánea, casi siempre irracional, de esos jugadores. Déjalos jugar. En la certeza de que todos quieren ganar, a nadie le gusta perder. El gol es mucho más hijo del juego que del tiro.
La tarea, como se ha señalado, no incluye etapa alguna de enseñanza específica de nada nuevo dentro de la recolección de los recursos naturales, ni que adquiera, el mismo jugador.
Solo incluye una tercera etapa de correcciones, más precisamente, recomendaciones en las que mucho más que sumar, el entrenador le quita al jugador.
En el fútbol relativamente puedes transmitir alguna idea. Es imposible mover un recurso.
Somos muchos los que tenemos las mejores ideas para jugar al fútbol.
Pocos coordinamos estas ideas con la capacidad de hacer del balón un instrumento dócil a nuestras piernas, a nuestros reflejos sobre toda la masa muscular que tiene que defender y proteger corriendo mal atléticamente para correr bien en el fútbol; y los pocos que nacen con el don híbrido del fútbol en el instinto... son torpes en el arte de exponer en forma de ideas lo que saben hacer magistralmente con los pies. La mayoría prefiere demostrar lo que sabe... jugando y no hablando. Porque si prueban el segundo... incluso se podría suponer que no saben jugar. Como en la mayoría de esos casos, nadie sabe por qué sabe lo que sabe.
Por eso decimos que el fútbol es una ciencia oculta, un empirismo, imposible de enseñar académicamente, diciendo esto con pleno conocimiento de lo presuntuoso y hasta ofensivo para las ciencias ocultas, como auditivamente, podría parecer la ubicación de un deporte entre ellas.
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