Entonces, ¿si el buen jugador nace, y no es patrimonio de unos pocos, sino de muchos miles para distinguirlo? ¿Hasta qué punto puede el entrenador que lo descubre y lo encamina hacia un destino que lo salva del anónimo en el que quedan miles de aspirantes?
El acto de seleccionar jugadores natos buenos jugadores no puede ser suficiente como índice de sabiduría futbolística, si al hecho de la elección no se le suma el acto de la ubicación en el campo, en “la posición” o en la función más adecuada para las condiciones que trae ese jugador por decisión de su naturaleza.
Siempre dentro de la infinita variedad que nos ofrece la constante desigualdad humana, que llega al extremo de hacer diferentes incluso a los mismos hermanos gemelos, tenemos que encontrar, por ejemplo:
1.- Jugadores de gran habilidad sin mucha inteligencia.
2.- Jugadores de gran inteligencia con poco manejo de balón.
3.- Jugadores de inteligencia y habilidad sin temperamento para la lucha, para la adversidad que el fútbol, como todo juego, reserva a todos.
4.- Jugadores de mucho temperamento y espíritu de lucha sin astucia para aplicarla a la lucha de picardía que en esencia es el fútbol.
5.- Jugadores de muy diferente constitución física.
No quiero seguir tipificando, porque soy consciente de lo imposible que sería agrupar todos los normotipos humanos de esta variedad humana sin reglas... Los casos mencionados serán suficientes.
Esos jugadores, todos ellos aptos para jugar bien como poseedores de alguna virtud; ¿podrían hacerlo en la posición de construcción o destrucción del juego que ellos mismos eligieron de la distribución infantil informal?
Muchas veces, sí. Muchas veces, no.
En el segundo de los casos, es decir, en el caso de los jugadores que con más aptitud para la destrucción estaban orientados a tareas de construcción de juegos, o viceversa, es donde, mucho más que en la elección del buen jugador, nos ubicar el grado de sapiencia de un seleccionador de futbolistas: se acercará a la posibilidad de demostrar que "sabe" fútbol, en la relación que acierta con el destino de esos jugadores a los lugares más adecuados a la naturaleza que cada uno trae.
Se acercará más a esta posibilidad en la medida en que sea capaz de aconsejarle, y convencerle, sobre la inconveniencia de intentar hacer, en la función que le asigne, aquello en lo que el jugador es menos fuerte en recursos. Para decirlo más apropiadamente: lo que no es "para él", que puede ser tanto la sutileza en el jugador con poco control de balón, como la dedicación al juego de fuerza por parte del jugador con poca habilidad física.
Fuente de la imagen: Unsplash .
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