Bill Shankly dirigió el equipo local de los Beatles durante 15 años. Lo movió de la segunda división a ganar nueve títulos.
Era polémico, obsesivo, divertido de declarar, audaz para tomar decisiones. Nació en un pueblo escocés de apenas 700 habitantes y se convirtió en un referente del fútbol británico de todos los tiempos. Los vestuarios del estadio de Anfield tienen una frase sencilla escrita en letras grandes: "Esto es Anfield"
. Esas tres palabras dan como resultado un mensaje inequívoco para cada jugador que lo lee. Ese estadio -por su historia, su impronta, sus remontadas, sus días de gloria- representa una responsabilidad para todo futbolista que se pone la camiseta roja del Liverpool y una condición para todo visitante que conoce la leyenda. No es casualidad sino tradición: en la ciudad de The Beatles, todos saben quién la pronunció por primera vez y la dejó como huella para toda la historia. Se trata del escocés Bill Shankly, una inmensa leyenda en la vida de Los Rojos y en la historia del fútbol británico. Irreverente, obsesivo, lúcido, bastardo, carismático. Su estela -dicen los hinchas de este club amigo de las mitologías- sigue habitando el aire de Anfield.
Cerca de esos vestuarios, dentro de las instalaciones del estadio, justo al lado de la entrada al Museo del Liverpool, una estatua construida en 1997 también recuerda a Shankly. Debajo de la estructura de bronce que muestra al entrenador ofreciendo una especie de abrazo hay una frase que retrata el idilio: "Hizo feliz a la gente". Sí, Shankly hacía feliz a la gente. Ahora, tras su muerte en 1981, es memoria y bandera perpetua. También se enorgullece de ser una de las hinchadas más reconocidas del mundo.
Cuando llegó al club en 1959, las derrotas eran frecuentes. El Liverpool jugaba en la segunda categoría. Con él se transformó el escenario: Anfield se convirtió en una fiesta por todos lados. En sus gradas, abarrotadas como siempre, empezaba a sonar por aquellos días el himno que hoy es carta de presentación al mundo: “Camina, camina con la esperanza en el corazón, / y nunca caminarás solo, / nunca caminarás solo” (Camina, camina, con la esperanza en el corazón, / Y nunca caminarás solo, / Nunca caminarás solo). Desde entonces, ese grito unánime forma parte de los ritos de Anfield.
La canción compuesta en los años cuarenta por Richard Rodgers (música) y Oscar Hammerstein (letra) es en este momento un homenaje universal a Shankly, la inspiración del Liverpool.
Vivía para el fútbol. Le dio tal intensidad que sus anécdotas parecen una sucesión de mentiras o exageraciones. Una frase exhibió (y exhibe) el lugar que ocupó el fútbol en su vida: “Algunos creen que el fútbol es solo una cuestión de vida o muerte, pero es algo mucho más importante que eso”. Tenía facilidad para el impacto. Y para encantar a la afición del Liverpool. No era sólo una cuestión de resultados. Sabía lo que decía, cómo lo decía y por qué lo decía. Ofreció tal dedicación que aquellos dirigidos por él se sintieron obligados a seguirlo. Llegó a decir antes de un partido decisivo: "Ninguna enfermedad me hubiera apartado de este juego. Si hubiera estado muerto, habría hecho sacar la caja, ponerla en las gradas y hacer un agujero en la tapa".
Tenía otra especialidad añadida: burlarse de los archirrivales de la ciudad, el Everton. Dos ejemplos que perduran como añoranza en Anfield: el primero, "si el Everton jugara en mi jardín, correría el telón"; el segundo, "cuando no tengo nada que hacer miro debajo de la mesa para ver cómo está el Everton". Así como lo adoraban los del Liverpool, en la vereda frente a él la sola mención de su nombre, su apellido o algún apodo generaba rechazo. Era el rostro del enemigo.
Era muy lógico armar sus equipos: esfuerzo más inspiración en dosis precisas. Y, sobre todo, espíritu ganador y compromiso. Lo contó en pocas palabras: "Un equipo de fútbol es como un piano. Se necesitan ocho personas para moverlo y otras tres para tocar el maldito instrumento". Sacrificio para recuperar, talento individual para resolver en el área ajena.
El periodista Diego Torres relató en una ocasión los métodos de trabajo de Shankly en el diario madrileño El País: "La piedra angular de los entrenamientos de Shankly eran los llamados cinco contra cinco y rondas en los que los pases cortos, los desmarques y los controles eran capitales. Con Shankly todo giraba en torno al balón". Con esa receta armó un ciclo maravilloso en el Liverpool. Dirigió 753 partidos entre 1959 y 1974, ganó tres Ligas,
Adoptó Liverpool como su ciudad, como si hubiera crecido alrededor de The Cavern, el bar donde nacieron The Beatles. Nació en un pueblo escocés de 700 habitantes llamado Glenbuck y se convirtió en una de las grandes figuras del fútbol británico. En Anfield se convirtió en una especie de embajador. Les decía a los visitantes de Londres o de otras partes de Inglaterra: "¿Cómo se sienten ahora que están en el cielo?"
En ese cielo, Shankly era -para los fieles del Liverpool- una especie de dios vestido de rojo. Su despedida no fue casual: sus restos fueron velados en la Catedral de Liverpool, miles y miles de fanáticos y admiradores lo lloraron allí. Otros relataron su dolor a la distancia durante la transmisión en vivo de la BBC. Ahora su historia y su legado siguen vivos en Anfield.
Fuente de las imágenes: Shankly.com
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