19 de enero de 2023

Fútbol, ​​dinámica de lo impensable.

Posted By: Hugo Rep - enero 19, 2023

 

Warren S. McCulloch, del laboratorio de electrónica del Instituto Tecnológico de Massachusetts, decía en abril de 1966 (La Razón, Buenos Aires, 26-4-66) que... "una computadora no puede cambiar de opinión, como el hombre, catorce veces en tres décimas de segundo". Y agregó que el hombre puede hacerlo porque posee un billón de neuronas informáticas con un total de dos millones de componentes biológicos separados.

Seguramente Warren S. McCulloch no pensó que estaba "hablando de fútbol" cuando hizo esa declaración. 
Pero el hombre reflejado en esa conclusión científica es el mismo hombre que juega al fútbol y produce sin pensar todo lo que registrará un partido de fútbol entre veintidós hombres, un balón y, además, un sinfín de circunstancias ajenas a la voluntad de esos hombres.

Es este “hombre común”, a pesar de ser siempre el mismo jugador, el mismo dotado, dotado o no dotado, el que siempre hará dos partidos donde jueguen los mismos hombres y aparentemente las mismas circunstancias visibles diferentes. Pero nunca "lo mismo" entre los que están más allá del control humano.

Es ese "hombre común" el que tiene la culpa de la "casi inutilidad" de este libro y quizás de todos sus compañeros. 
Es ese hombre común, no sólo desigual a todos los hombres sino constantemente desigual a sí mismo, quien hará desiguales dos partidos de fútbol "iguales" pensados ​​de la misma manera; dos viajes en coche en una gran ciudad por el mismo conductor y bajo el mismo tratado de conducción.

Y más, mucho más, cuando se trata -como el fútbol o la conducción de un coche- de superar factores antagónicos tan cambiantes e imprevistos como las fluctuaciones en las ideas de "nuestro individuo" o "nuestro equipo". 

Hubo un comentarista deportivo en la década de 1980 que llamó al fútbol "la pasión de las multitudes" y comenzó todas sus historias de esa manera. El nombre de ese comentarista, ya desaparecido, era José María Muñoz.

Cualquier cosa que el común de los mortales quiera decir de mí, ya que no ignoro lo mal que hasta los más estúpidos hablan de estupidez, soy, sin embargo, el único, y precisamente el único, que tiene el poder de divertir a los dioses y a los hombres. Y es una prueba poderosa de esto, y está bien representado, que tan pronto como me presenté ante esta multitudinaria asamblea para dirigirme a ustedes, todos sus semblantes han reflejado repentinamente una alegría nueva e inusual, sus frentes se han arrugado y han aplaudida con risas alegres y calurosas, de modo que, en verdad, todos los presentes me parecían ebrios de néctar no exento de nepentina, como los dioses homéricos, mientras que ante vosotros estabais sentados con el rostro triste y apresurado, como si acabarais de saliste de la guarida de Trofoni, y acababas de salir de la guarida de Trofoni con una cara triste y apresurada.

En todo enfrentamiento deportivo hay una oposición a vencer. Incluso en las carreras más solitarias contra el inofensivo reloj. Pero en los deportes individuales, la oposición directa es pasiva.

En el fútbol es combativo. Es oposición total.

En el deporte de acción individual nadie priva a nadie de su instrumento competitivo básico.

Si dos pintores compiten al mismo tiempo y por la misma razón para establecer una jerarquización circunstancial de valores artísticos, un pintor no despojará al otro de su pincel.

Un atleta lucha contra la distancia, contra la herramienta, contra la valla, contra la vara, contra su fatiga... pero sin que un adversario le restrinja el movimiento, o le quite el disco, la bala, la jabalina, el salto con pértiga o el martillo. 
El fútbol se juega con la ley aceptada del derecho al despojo de la herramienta básica del juego.

Esta es -para el fútbol, ​​el rugby, el baloncesto y todos los deportes colectivos de oposición directa- una condición que hace absurda, imposible, una reiterada pretensión comparativa de muchos espíritus proclives a dejarse deslumbrar por la luminosidad de la dialéctica tecnológica, que no discrimina entre técnica y humanidad en esa pretensión de refundir, en un presupuesto común de metodización, las actividades específicas de un futbolista con las de un operador, las de un atleta en cualquier competición deportiva individual, e incluso las de un artista de la comedia. Esto último es frecuente, y no solo en los neófitos del fútbol; incluso en los que supuestamente son expertos en fútbol, ​​ya sea por debilidad de convicciones o por miedo a quedarse fuera de tiempo, a no hablar "al ritmo" de una época... engañosa. Eufemístico.

Hablamos de la dedicación sistematizada de cada uno a su profesión (el futbolista ciertamente lo tiene en la sociedad contemporánea) y los asimilamos a todos a los mismos factores contrapuestos, pero sin recordar nunca que en el fútbol hacemos fundamentalmente lo que el adversario nos permite. hacer, y luego lo que queremos hacer nosotros mismos. ... en todos los demás casos de comparación fingida, el logro humano es exclusivamente lo que el protagonista es capaz de hacer, totalmente libre del riesgo de que alguien le quite el piano en el que toca la música, el pincel con el que pinta, el salto con pértiga con la que salta o la bicicleta con la que corre.

Para estos casos puede existir, y además no de forma permanente, una técnica. Pero para el fútbol es ocioso hablar de una técnica, de una forma de jugar bien, de una regla para jugar o “ver mejor” un partido, ya que habrá muchas humanidades fluctuantes, cambiantes, sorprendentes, imprevistas, espontáneas... lo que impondrá la validez de muchas técnicas. La técnica de lo imprevisto por encima de todo lo previsto. Y más aún: limitar esta técnica al uso de la más indómita de las armas posesivas del hombre, los pies, siempre más indómitos que las manos a la ordenación del cerebro.

La espontaneidad no puede ser metódica en ningún orden de cosas. Además: nunca, en ningún orden de cosas, hemos visto surgir a un hombre virtuoso solo porque se le "enseñó" a ser virtuoso. El cirujano, el músico, el futbolista, todos tienen que nacer virtuosos para volverse virtuosos a través de sus diferentes caminos naturales: unos entrenándose, otros manifestándose.

Fuente: Serey.

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A proposito de Hugo Rep

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