El Molinón parecían las mejores citas. Como cuando el Sporting de Gijón fue el protagonista central del fútbol español a finales de los años 70. O como muestra la película Empezar de nuevo, de José Luis Garci. Unas 40.000 personas habían acudido aquel 25 de junio de 1982 a presenciar una fiesta de fútbol. Eran casi todos españoles ansiosos por el Mundial. Pero también hubo austriacos y alemanes para ver a sus equipos en el cierre del grupo 2. Y hasta argelinos expectantes, porque de ese resultado dependía su chance histórica de superar la primera fase. Pero la supuesta fiesta de suspense se convirtió en lo más parecido a la vergüenza. Se dio casi el único resultado que clasificó a los dos europeos: Alemania ganó 1-0. Y esas personas, casi todas esas personas, expresaron su molestia y decepción durante y después del juego. "
El día anterior, en el Carlos Tartiere de Oviedo, Argelia había jugado un primer tiempo memorable contra Chile: marcó tres goles en 28 minutos. Al final, la selección africana -en su primera participación en un Mundial- ganó 3-2. Así comenzaron las cuentas de los tres con chances. Alemania necesitaba ganar sí o sí. Austria necesitaba no perder por más de dos goles. Argelia se clasificó por cualquier otro escenario de resultados.
El encuentro decisivo duró apenas diez minutos, hasta que el enorme Horst Hrubesh metió el muslo derecho en un centro y preparó el único gol del partido. Desde entonces, el desarrollo ha sido una sucesión de rudezas. Pasaron el balón, se lo prestaron, no patearon a la portería. Una obvia tras otra. Era, en definitiva, una especie de pacto de no agresión entre vecinos. El puñado de argelinos que miraban las acciones ya estaba harto. Y al viento comenzaron a mostrar billetes y los agitaban. Y también tiraron algunos al terreno de juego. Gritaban su impotencia. Era su forma de expresar que había un arreglo en el terreno de juego.
Los medios alemanes y austriacos no escaparon a esta verdad: desde entonces ese partido empezó a llamarse La Vergüenza de Gijón (Schande von Gijón). Durante el encuentro, los comentaristas de radio y televisión no lo podían creer. En pleno Mundial, ante los ojos del mundo, ambas selecciones ofrecieron un papel histórico. El periodista alemán Eberhard Stanjek de la ARD (Consorcio de Instituciones Públicas de Radiodifusión de la República Federal de Alemania, en momentos en que el Muro dividía Berlín y el país en dos) decidió no seguir comentando sobre la reunión. El silencio fue su respuesta a la vergüenza. Él no era el único.
Alemania ganó el grupo por diferencia de goles y terminó subcampeón después de perder ante Italia en la final. Austria fue segunda en la zona y accedió a la segunda fase, donde fue eliminada por Francia. Argelia quedó fuera -tras dos victorias y una derrota-, pero se ganó todo el cariño de los españoles y del mundo del fútbol. Esa actuación fue la gloria sin un final feliz. El 16 de junio, en el mismo Molinón del traumático desenlace, Argelia había disputado su primer partido en un Mundial. Y entonces construyó el mayor triunfo de su historia y una de las sorpresas más increíbles de la máxima cita: con un fútbol audaz, sin inhibiciones, venció 2-1 a Alemania, con goles de Rabah Madjer (autor también de un gol de taco). en la final de la Copa de Campeones con el Oporto en 1987) y Lakhdar Belloumi. En ese equipo, entre otros,
La dirigencia de la Federación Argelina realizó una protesta formal ante las autoridades de la FIFA. Pidieron que se anule el partido y que se sancione a los seleccionados que se beneficiaron del resultado. No hubo caso. La respuesta estaba estrictamente ligada al reglamento y no a su espíritu: "No transgredieron ninguna norma". Sin embargo, el partido dejó una huella en el camino a las Copas del Mundo: a partir de entonces, los partidos de la última fecha de la fase de grupos se juegan a la misma hora. Para que ese escándalo no se repita.
Hans Peter Briegel jugó en esa Alemania. El mismo que el escritor mexicano Juan Villoro alguna vez definió así: “Aquí viene Hans Peter Briegel, que en alemán significa 'Ferrocarriles Nacionales de Alemania'”. Sí, parecía un tren. Briegel, valiente defensor, se animó a sugerir -25 años después- lo que el resto de protagonistas siguen ocultando: que el 1-0 fue un acuerdo. En aquel 2007, el mundo corroboró que Argelia debía seguir escuchando aplausos en España 1982.
Imágenes fuente: EPE .
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