Johan Cruyff generó una revolución, como jugador y como entrenador.

Johan Cruyff generó una revolución, como jugador y como entrenador. Fue bandera, guía, faro y líder de un cambio radical en el juego. Y dejó un legado.

Se ajusta a Johan Cruyff, como lo hizo alguna vez Alfredo Di Stéfano, y sin duda se aplicará a Pelé y Diego Maradona cuando llegue su momento. Es, sería, una forma de igualarlos, de rendirles homenajes similares: a Alfredo en la memoria, a Cruyff en este morbo y de Pelé a Diego en vida, afortunadamente.

Limita con la unanimidad en cualquier clasificación en cualquier lugar para poner a los cuatro como los cuatro primeros. Y eso está bien. Messi parece incorporarse y crear un quinteto de formidables jugadores, pero Leo es joven aún y aunque se vislumbra un recorrido por las rutas conocidas, le queda mucho camino por recorrer. Nada más subjetivo que el fútbol, ​​terreno fértil para gustos, saberes, caprichos, pasiones, amores y disgustos en una gigantesca coctelera. Son los cuatro, sí, y posiblemente Messi se sume a ellos, sí. ¿Y cuál es el orden de los cuatro? No habrá acuerdo y ni se acercará a la unanimidad que globalmente unge a Diego, Di Stéfano, Pelé y Cruyff como los mejores. De dos a cuatro no sé, tampoco importa. Uno es Cruyff, creo. Y luego, sí, "murió el fútbol", de cáncer de pulmón.

Las maravillas de Pelé y Maradona, cada uno en su época y geografía, ineludibles, inolvidables, indispensables, corresponden a genios que han dejado su huella individual en los equipos que integraron. Solo en el Santos y la selección brasileña, uno de ellos; en el Napoli, la selección argentina, su breve paso por Boca y el Barcelona, ​​el otro. Estaban allí por sí mismos, no dejaron herederos ni fueron maestros. Di Stéfano revolucionó el fútbol con una frase que luego puso en práctica: "Mi cancha mide 10 por 70". Y fue el único, en su tiempo, en ese Real Madrid que aparece en vídeos en blanco y negro y se ratifica en las vitrinas del Bernabéu, que pudo hacerlo. No había otro como Alfredo, salvo uno llamado Cruyff, una versión más grande y mejor.

Si para Di Stéfano su espacio era todo el campo, para Cruyff todo el campo era el espacio de todos. En fin, el fútbol total de Michels y Kovacs, el del Ajax en los 70, el de la Naranja Mecánica que perdió la final del Mundial 74, el que nadie recuerda... Cruyff no tenía la técnica de Diego, la habilidad y el poder físico de Pelé, pero él era cerebro, liderazgo y coraje. Que viene contigo y te alimenta. Si Pelé jugaba en el suelo desnudo en Baurú, si Diego regateaba bien en Villa Fiorito, El Flaco empezó dominando el balón en el estadio de Amsterdam, en la trastienda del viejo estadio del Ajax donde dirigía su padre. Cerebro, liderazgo, valentía: ¿qué mejor exhibición que agarrar el primer balón de una final de un Mundial, darle la cara, vencer a todos y sufrir un penalti, la única forma de parar el inevitable gol?

Si Pelé y Diego pusieron en órbita a Santos y Napoli, Di Stéfano cambió la historia del Real Madrid y Cruyff la del Barcelona. ¿La diferencia? Lo hizo como jugador y como entrenador. Su llegada al Barça en 1974 fue toda una revolución, pasó la página antidiluviana de Samitier y Kubala, fue bandera, guía, faro y líder de un cambio radical en el juego. Dos décadas después fundó el Barcelona que hoy disfruta Messi: fue cuatro veces campeón de LaLiga y logró, en 1992 en Wembley, la primera Champions blanquiazul. Ese fue el resultado, la pregunta es cómo lo logró. Ese es su legado. Si hoy hay un Busquets es porque antes hubo un Guardiola-jugador, y si lo hubo es porque Cruyff le echó el ojo. Línea histórica, datos simbólicos. Si hay un Guardiola-técnico que siguió el trabajo en el Barça y lo exportó al Bayern de Múnich es porque antes hubo un Cruyff-técnico. En todo su esplendor, Pelé, Diego y hasta Di Stéfano son fútbol. A cada uno, en su tiempo, los honores correspondientes. A Cruyff, gracias por dejarnos el fútbol.

Imágenes fuente: FIFA.

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