Catar 2022 cuenta regresiva (faltan 9 días): Josef Bican el vienés de los 1.500 goles.

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Josef Bican convirtió más que Messi: su media de goles por partido es la mejor de la historia. Jugó para Austria y Checoslovaquia, pero la Segunda Guerra Mundial le impidió mostrarse al mundo.

Las escenas transcurren en esos rincones donde vive el fútbol: una tribuna, un entrenamiento, una redacción de la Sección de Deportes, un diálogo entre esos amigos que apenas hablan de otra cosa que de los partidos del fin de semana. "¿Quién? No, nada." Se repite la frase, como respuesta a una pregunta que representa asombro: "¿Sabes quién era un tal Bican?" Uno, dos, tres, diez, muchos más. Nadie lo sabe. Algún miembro del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF) ofrece un par de referencias.

Y dice que tiene muchos datos para buscar y revisar. La impresión inicial se vuelve cierta: Josef Bican es un verdadero desconocido en esta parte del mundo donde nacieron Maradona y Messi. Pero sus datos lo transforman en un inmenso futbolista y su historia lo convierte en un personaje atractivo por donde se le mire. Para empezar: marcó -en promedio- más goles que el estelar rosarino y Pelé. Según la IFFHS, marcó 518 goles en 341 partidos de Primera División entre 1931 y 1955. Es decir, este vienés nacido en 1913 (en la época del Imperio Austrohúngaro) garantizaba tres goles cada dos partidos. Sí, un gol por hora.

El diario El Mundo, de España, repasó en los últimos días los registros a los que podría aspirar Messi. Y estaba, por supuesto, el gran Josef. Mucho antes de la llegada oficial de la Bota de Oro a Europa (en la temporada 67/68), Bican había conseguido lo que nadie antes ni después: ser el máximo goleador continental durante cinco temporadas consecutivas, entre 1940 y 1944. Jugó en el Rapid en Viena y en el Admira Wacker, ambos en Austria. Luego se dirigió al país que lo abrazó como propio: la entonces Checoslovaquia. Y allí marcó 395 goles en 217 partidos con el Slavia Praga. Ir a verlo en esos casi doce años (del 37 al 48) era una cita con sus objetivos. La leyenda que ha pasado por los tiempos sostiene que Bican era imparable, adelantado a su tiempo, capaz de convertir 9 de las 10 oportunidades de gol que se le presentaban.

El escritor Josef Pondelik lo retrató en un libro cuyo título es una definición: Bican pět tisíc gólů (Bican, cinco mil goles). Una hermosa exageración que recoge cada llanto desde su infancia hasta el día en que decidió retirarse, ya a los 47 años, cuando jugaba en selecciones menores. Algunos datos parecen salir de alguna anécdota de Juan Villoro o de Osvaldo Soriano: en abril de 1944 marcó nueve goles al SK Pilsen; luego, en los siguientes diez juegos, anotó siete en cada uno. En Segunda División, con la camiseta del Hradec Kralové, marcó once goles en noventa minutos. El periodista español Miguel Vidal publicó una vez una gran entrevista con el crack de los registros inverosímiles. Preguntó si estaban exagerando con los cinco mil goles. Bican respondió desinhibido, convencido: "Para nada. En toda mi carrera marqué, efectivamente, cinco mil goles. Tengo entendido que Pelé, contando los entrenamientos, mil quinientos. Eso me lleva a pensar que entre Pelé y yo no hay color. Y que la Segunda Guerra Mundial me robó siete buenos años, cuando estaba en mi mejor forma. ¿Cuántos goles habría marcado en estos siete años? Bueno, seguramente una figura respetable. Lo dijo en serio.

Pepi (como le llamaban desde niño, el de los vestidos repetidos y despojado de las cenas pantagruélicas) tenía una capacidad que supo aprovechar como casi nadie: su velocidad. Superó holgadamente al futbolista medio de su época. Se parecía más al de un atleta olímpico. En los 100 metros pudo conseguir un récord de 10,8 segundos. Sirve el detalle comparativo: en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, Jesse Owens ganó la medalla de oro -con récord incluido- al alcanzar la marca de 10,3 segundos. La necesidad le dio el resto: a falta de botas o pantuflas -dinero, en fin- jugaba descalzo. Y así, la sensibilidad para manejar el balón y patear aumentó notablemente. La combinación fue perfecta: talento nato, hambre de gloria y perseverancia aprendida.

Todas estas virtudes se pusieron al servicio de dos equipos, el de Austria y el de Checoslovaquia. En ambos ofreció lo que se esperaba de él: goles. Marcó 19 goles en 19 partidos con los austriacos y 12 en 14 con los checoslovacos. En su primera experiencia formó parte de un equipo memorable, el Wunderteam. La idea de ese equipo estelar, dominante en la década de 1930, fue explicada en varias ocasiones por su entrenador Hugo Meisl: "A que incluir un futbolista torpe, prefiero jugar con diez". Bican encajaba muy bien en ese grupo de talentos liderados desde dentro del campo de juego por Mathias Sindelar, ese crack al que calificaban con apodos (lo llamaban "Mozart" y/o "El bailarín de papel"). Así, con esos compañeros, Pepi se dio un gran placer: jugar el Mundial de 1934. Austria era uno de los candidatos. Pero la rudeza de los italianos (dentro del terreno de juego y también fuera de él, en esos vestuarios que vestía Benito Mussolini) impidió que el conjunto bicanés alcanzara las semifinales. Con ese cuarto puesto se cerró el camino del delantero de los cinco mil goles en la historia de los Mundiales. Se perdió por poco la Copa del Mundo de 1938. Y la Segunda Guerra le quitó la oportunidad de mostrarse al mundo. Pasados ​​los horrores, Bican siguió marcando goles como si su vida pasara exclusivamente por el gol ajeno. La Juventus, que necesitaba contrarrestar la gloria de Il Grande Torino de la década de 1940, salió a buscarlo. Él no quería. Fue impulsado por problemas afectivos. Y -dicen- también la política. 

Con ese cuarto puesto se cerró el camino del delantero de los cinco mil goles en la historia de los Mundiales. Se perdió por poco la Copa del Mundo de 1938. Y la Segunda Guerra le quitó la posibilidad de mostrarse al mundo. Pasados ​​los horrores, Bican siguió marcando goles como si su vida pasara exclusivamente por el gol ajeno. La Juventus, que necesitaba contrarrestar la gloria de Il Grande Torino de la década de 1940, salió a buscarlo. Él no quería. Fue impulsado por problemas afectivos. Y -dicen- también la política. en esos vestuarios que solía vestir Benito Mussolini) frenó el paso del equipo de Bican a las semifinales. Con ese cuarto puesto se cerró el camino del delantero de los cinco mil goles en la historia de los Mundiales. Se perdió por poco la Copa del Mundo de 1938. Y la Segunda Guerra le quitó la posibilidad de mostrarse al mundo. Pasados ​​los horrores, Bican siguió marcando goles como si su vida pasara exclusivamente por el gol ajeno. La Juventus, que necesitaba contrarrestar la gloria de Il Grande Torino de la década de 1940, salió a buscarlo. Él no quería. 

Fue impulsado por problemas afectivos. Y -dicen- también la política. Se perdió por poco la Copa del Mundo de 1938. Y la Segunda Guerra le quitó la posibilidad de mostrarse al mundo. Pasados ​​los horrores, Bican siguió marcando goles como si su vida pasara exclusivamente por el gol ajeno. La Juventus, que necesitaba contrarrestar la gloria de Il Grande Torino de la década de 1940, salió a buscarlo. Él no quería. Fue impulsado por problemas afectivos. Y -dicen- también la política. Se perdió por poco la Copa del Mundo de 1938. Y la Segunda Guerra le quitó la posibilidad de mostrarse al mundo. Pasados ​​los horrores, Bican siguió marcando goles como si su vida pasara exclusivamente por el gol ajeno. La Juventus, que necesitaba contrarrestar la gloria de Il Grande Torino de la década de 1940, salió a buscarlo. Él no quería. Fue impulsado por problemas afectivos. Y -dicen- también la política.

  

Imágenes fuente:

#1 - Si.com

# 2 - Sociedad de Poetas Deportivos

#3 - FIFA.com

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