Le ganó 129-92 a Serbia y sumó su quinto título internacional consecutivo desde el Preolímpico de Las Vegas de 2007. Los NBA vuelven a ser imbatibles en el mundo FIBA.
El básquetbol es un deporte hermoso en el que se construye colectivamente en pos de un objetivo. Los caminos serán distintos según las estrategias. Pero los grandes equipos de la historia han coincidido en que el todo debe ser más que la suma de las individualidades y en que una jugada bien concebida y mejor ejecutada se transforma en arte.
Estados Unidos fue espectáculo desde que el Dream Team deleitó en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, pero después del golpazo histórico que le dio la Generación Dorada argentina en el Mundial de Indianápolis 2002 (sí, en su propia casa), supo que debía estudiar el básquetbol FIBA. Vaya si lo hizo. Porque enderezó su rumbo desde que conquistó el Preolímpico de Las Vegas 2007 y mantuvo un invicto de 63 partidos -45 oficiales y 18 amistosos-, el último de los cuales ganó en la noche del verano madrileño. Y no fue un partido más.
Festeja Estados Unidos ser nuevamente el campeón mundial, con el plus de convertirse en el tercer seleccionado en la historia en conquistar dos títulos consecutivos. Hasta ahora sólo lo habían logrado Brasil (1959 y 1963) y la ex Yugoslavia (1998 y 2002). No hubo equivalencias en la final frente a Serbia, un equipo que dejó bien en alto la historia de su escuela basquetbolística. El 129-92 del marcador no deja lugar a dudas.
El equipo estadounidense hizo que de golpe se dejara de pensar al básquetbol como un juego y se lo razonara desde la matemática. Aritmética pura en preguntas. ¿Por cuánto ganará? ¿Cuál será la máxima ventaja que sacará? ¿Cuántas veces se levantarán a lanzar triples? ¿Cuántos segundos durarán las posesiones, de tanto correr y tirar?
Serbia estuvo en partido apenas durante los primeros 4m09. Hasta ese momento los europeos jugaban relajados, con sonrisas en las caras de Teodosic y Raduljica, debido al 15-7 parcial. Los espectadores, de parabienes. Necesitaban paridad. No querían que ese dinero que habían invertido soñando con una final con España en la cancha perdiera valor con rapidez en un partido sin fuerza. No tuvieron suerte.
Estados Unidos fue una aplanadora en los 5m51 finales del primer cuarto para llevarse el parcial por 35-21. Kyrie Irving, endemoniado --fue elegido Jugador Más Valioso--, sumó 15 puntos (3-4 dobles y 3-3 triples) y lideró a un equipo que cuando reaccionó, aplastó. Con cierto agrande, soberbia y hasta sobrando la situación. Como lo hacía James Harden en cada festejo de sus triples.
La trituradora estadounidense fue implacable y en el segundo cuarto llegó a sacar nada menos que 30 tantos (65-35) hasta irse al descanso ganando 67-41 con una efectividad de ensueño en triples (11 conversiones sobre 16 intentos). Había terminado el partido y a los españoles que comenzaban a aburrirse sentados se les ocurrió pedir la renuncia del entrenador de su Selección. "¡Orenga, dimisión!", bramaban en el silencio que se escuchaba en el estadio.
Lo único que querían los espectadores era ver alguna volcada sensacional u observar a las bailarinas lituanas y ucranianas con sus cuadros artísticos. Una pinturita. El resto era dejar que el reloj corriera, pensar una salida de tapas y poco más. Tercer cuarto: Estados Unidos 105-Serbia 67. Resultado final: 129-92. Números, solamente números. La historia se había sellado a fuego en el final del primer cuarto. Lo demás fue un monólogo. Una exhibición. Una demostración del poderío estadounidense. Y el festejo del bicampeón en el podio.
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