
El neerlandés venía de ganar en Italia y repitió el éxito en el callejero de Bakú, con absoluta autoridad, y con la debacle de McLaren vuelve a soñar con la chance de llegar al penta.
Dos meses antes de que la F1 desembarcara en el GP de Azerbaiyán, 17ª fecha del ejercicio 2025, un rumor se había convertido prácticamente en un tsunami: Max Verstappen se iba de Red Bull para correr en Mercedes. Se daba tan por hecho el trato entre el neerlandés y Toto Wolff, que las dudas solo pasaban por saber si sería George Russell o Kimi Antonelli quien abandonaría las huestes de las Flechas. El disparador de la casi huida del tetracampeón se encontraba en la falta de rendimiento del RB21 y las dudas sobre el motor de 2026 diseñado por los austríacos en sociedad con Ford, mientras los McLaren’s boys se paseaban a puro triunfo. Los dimes y diretes se congelaron en el GP de Hungría, cuando el mismo Max avisó: "Me quedo en Red Bull".
Dos semanas antes de que Verstappen cortara de cuajo con las habladurías de mudanza, la cúpula de Red Bull decidió echar a Christian Horner, quien había sido el único director del team desde su creación en 2005. El pope no era del agrado (ni mucho menos) de don Jos, el papá de Max. Esa fuerte movida política fue un quiebre y un motivo importante para que Max siguiera. Pero, claro, todos los cañones ya apuntaban al Mundial 2026, porque el actual era cosa de Oscar Piastri y Lando Norris. Pero…
"Nunca subestimes el corazón de un campeón", fue la frase que inmortalizó Rudy Tomjanovich cuando sus Houston Rockets lograron el bicampeonato de NBA en 1995. Nadie daba dos pesos por su equipo, pero cuando llegó el momento caliente, sus jugadores sacaron la cara y se quedaron con el anillo. Max no tira al aro, pero tiene un corazón de campeón grande como aquellos Rockets. Y cuando todo indicaba que el duelo del título surgiría de McLaren y sus polémicas, y por momentos disparatadas, reglas papaya, apareció el campeón. Y ahora, a agarrarse los pantalones.
Verstappen enhebró su segundo triunfo en fila en el callejero de Bakú, una pista en la que nunca había podido ganar. Y no heredó la victoria por algún error ajeno. Tal como lo había hecho dos semanas antes en Monza, el piloto de Red Bull aplastó. Tanto, que firmó su sexto Grand Slam: esto es conseguir pole, liderar todas las vueltas y firmar el récord de vuelta.
Los dos éxitos conseguidos fueron un mensaje directo al mundo que ya lo había descartado de la pelea. Para colmo, los muchachitos de McLaren vivieron su peor GP de la temporada. Justo cuando tenían todo para celebrar la corona de Constructores con anticipación, apenas cosecharon seis puntos, por el séptimo lugar de Norris. Piastri cerró su peor fin de semana del año: se estrelló en la primera vuelta y se fue en cero (cortó con 42 carreras seguidas anotando).
"Este fin de semana fue increíble para nosotros, el fin de semana pasado ya fue genial, pero para nosotros ganar aquí de nuevo es simplemente fantástico. En carrera, el coche funcionó muy bien en ambos compuestos, tuvimos aire limpio todo el tiempo y pudimos cuidar nuestros neumáticos", analizó Verstappen. ¿Surgió competitividad en el RB21? "Es difícil decirlo ahora mismo, pero los dos últimos fines de semana han sido increíbles. Singapur vuelve a ser un reto completamente diferente con la mayor carga aerodinámica, así que veremos qué podemos hacer allí", agregó.
El Red Bull se mostró competitivo en pistas con baja carga aerodinámica, una puesta a punto que, además, le cae muy bien a Max. La diferencia sigue siendo grande, porque se fue de Azerbaiyán a 69 puntos de Piastri, pero en las dos últimas carreras le descontó 35. Quedan siete Grandes Premios para el final y la distancia sigue siendo grande. Pero ya lo dijo Tomjanovich…
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