En cada rincón catalán, una palabra de siete letras en inglés se escucha hoy en día mucho más que cualquier otra en cualquier idioma. «Wembley», dicen, dicen y dicen. La palabra se reproduce en las portadas de periódicos y revistas, en la radio y en los canales de televisión. Aunque no figura en ningún diccionario, ese nombre propio ya forma parte de la vida cotidiana en Barcelona.
Sucede que allí, en ese estadio de leyendas y mitologías, el Barcelona jugará la final de la Champions League contra el Manchester United. No es un partido cualquiera: es el más importante del año a nivel de clubes; y allí se verán las caras el campeón de España y el campeón de Inglaterra.
No es un estadio cualquiera: allí, en 1992, el Barcelona ganó su primer título de la Copa de Europa contra la Sampdoria, en la recta final de la prórroga; allí también, en 1968, el Manchester United resucitó su gloria una década después de la Tragedia de Múnich.
Escribe el periodista Roberto Rodríguez en el diario La Vanguardia: «Hay estadios de fútbol donde se respira historia, donde asistir a un partido es en sí mismo una experiencia inolvidable, aunque el espectáculo no sea lo más importante.
Esta sensación es fruto de la tradición, de las leyendas que se han escrito a lo largo de los años sobre un césped bendecido por numerosas estrellas». Uno de esos campos es, sin duda, Wembley.
El estadio de Wembley tiene magia y misterio. Antes, ahora, siempre. Un arquero puede transformarse para siempre en León, como el argentino Miguel Rugilo; otro puede convertirse en Escorpión, como el colombiano René Higuita; un delantero como el inglés Geoffrey Hurst puede hacer lo que nadie ha hecho jamás: tres goles en una final del Mundial; la duda sobre un gol puede nacer en su suelo y durar para siempre, como aquel grito de victoria de Inglaterra en la final del Mundial de 1966; y un centrocampista, como el argentino Antonio Rattín, puede animarse a desafiar a todo un imperio sentándose en la alfombra roja para la Reina.
Wembley fue fundado en 1923, demolido en 2002 y reinaugurado en 2007. En su larga historia ha albergado todas las grandes competiciones. Entre ellas, los Juegos Olímpicos de 1948, el Mundial de 1966 y la Eurocopa de 1996. Ahora se permitirá otro lujo: albergar a los mejores. El partido más emocionante que el mundo del fútbol puede ofrecer a nivel de clubes.
Y ya se prepara, por supuesto, para los Juegos Olímpicos de 2012. La UEFA, inevitablemente, le otorga la máxima calificación posible: cinco estrellas. Su modernísima construcción actual tiene capacidad para 90.000 espectadores y costó cerca de 1.100 millones de euros. Una curiosidad que también habla de sus comodidades: es el estadio con más baños del mundo.
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