San Marino es uno de los peores equipos de todos los tiempos. Sin embargo, con dos argentinos en el plantel, en el último noviembre, consiguió un empate histórico. Todavía lo comentan por las calles del pequeño territorio. Y ahora van por más.
San Marino se parece -de algún modo- a la Aldea Gala de Astérix y Obélix. Se trata de una pequeña república situada en pleno territorio italiano.
Tiene un motivo de orgullo que sus ciudadanos cuentan a cada visitante: es el estado soberano más antiguo del mundo. Se independizó en el año 301 del Imperio Romano, los bravos rivales de Asterix en la historieta de René Goscinny y Albert Uderzo. Allí, en apenas 61 kilómetros cuadrados de superficie, habitan poco más de 30.000 personas. Cuentan que se vive sin grandes dificultades (es uno de los 30 países con más alto Indice de Desarrollo Humano, IDH) y sin mucha prisa. También allí, el fútbol sucede como una curiosa pasión: saben que la victoria es lo más parecido a un imposible. Señalan ellos mismos que un triunfo para San Marino es como Godot en la obra de Samuel Beckett. Nunca llega.
La Selección de San Marino, que debutó en 1990 (con un decoroso 0-4 frente a Suiza, en Berna), es una de las peores del mundo y de la historia. Jamás ganó un partido en una competición oficial. Su única victoria sucedió en un amistoso ante Liechtenstein, hace poco más de una década. Aquel 1-0, ya parte de la mitología, lo presenciaron apenas 700 personas. Acostumbrado a goleadas ajenas (llegó a perder 13-0 frente a Alemania, en su diminuto estadio Olímpico de Serravalle, con capacidad para 6.664 espectadores), un empate puede cambiar la vida deportiva del equipo nacional...
Y eso sucedió en la vida reciente de este seleccionado que cuenta con la presencia de dos futbolistas nacidos en la Argentina (Danilo Rinaldi, de Conesa, y Adolfo Hirsch, de Guerrico) que compartieron los días de colegio. El 15 de noviembre del año pasado un hito sucedió: San Marino, de local, le empató sin goles a Estonia. Fue su tercer empate en una competición oficial y el primero en las Eliminatorias para una Eurocopa. Ese resultado le permitió no sentirse el peor de todos. Pasó del puesto 208 del ranking de la FIFA (penúltimo, sólo delante de Bután, que no compite desde setiembre de 2013) a un valioso escalón 179, su posición actual.
Los 759 hinchas que presenciaron el 0-0 lo celebraron como un título. Sólo faltó la vuelta olímpica de los futbolistas. Lo cuenta, ante la consulta de Clarín, el argentino Hirsch -titular ante Estonia- con entusiasmo: "Se vivió como si hubiésemos ganado un campeonato, todos estaban muy contentos, la gente que hace años que está en la Selección lloraba emocionada. Nos abrazaban y nos decían gracias continuamente". Y la celebración continuó: "Festejos hubo en el vestuario,con coros y dedicatorias a toda la gente que trabaja para el equipo. Después del partido fuimos a cenar todos juntos, y más tarde fuimos a tomar algo. Nos quedamos hasta tarde. Fue como una fiesta". La fiesta del empate sin goles, en definitiva.
Está asombrado. Ahora, en los entrenamientos y en las calles y en cada charla, el legendario empate brota como recuerdo. "Del partido siempre se habla. Se comenta cada vez que nos vemos y nos recuerdan continuamente lo que pasó esa noche. Todavía está muy vivo y fresco como recuerdo. Quizá después de marzo, que tenemos otros partidos, se deje de hablar un poco. Pero fue y es muy lindo". El 27/3, Hirsch y sus compañeros viajarán a Ljubijana para enfrentar a Eslovenia. Todos ellos tendrán que pedir permiso en sus trabajos para ir a jugar. En la fábrica de muebles en la que Ofo -como le dicen todos al argentino de Guerrico- no pondrán objeciones. De todos modos, el Gobierno de San Marino se hace cargo de las ausencias de sus representantes deportivos.
Hay un solo futbolista de los que pertenecen al plantel que logró mostrarse en el ámbito profesional. Se llama Andy Selva y es una leyenda para el fútbol de San Marino. Jugó en el Calcio para Padova, Sassuolo y Verona, entre otros. Ahora tiene 38 años, juega como delantero, es el máximo anotador histórico (con ocho tantos) y en Eslovenia superará a Damiano Vanucci como el futbolista con más presencias (llegará a 69). "Un ejemplo para todos nosotros. Quizás ya sean sus últimos años en el fútbol, pero creo que va a ser difícil que alguien iguale lo que el hizo para San Marino", cuenta Hirsch. Sin embargo, el jugador más reconocido que vistió la camiseta celeste oscuro (casi azul) y blanca fue Massimo Bonini, ganador de ocho títulos con la Juventus (incluida la Copa Intercontinental de 1985, ante Argentinos). En 2006, la Federación de San Marino (fundada casi seis décadas antes del estreno oficial del seleccionado) lo eligió a Bonini como el mejor futbolista de su historia. Jugó 19 partidos. Ahora, Selva -a fuerza de continuidad y compromiso- le discute el pedestal.
De todos modos, más allá de nombres y de derrotas, cada vez que San Marino juego un imposible está en marcha. Y la larga espera de ese milagro comienza a latir. Al margen de las diferencias inocultables, se enfrentó a seleccionados campeones del mundo como Italia, Alemania, Inglaterra y España (antes de la conquista de 2010). Perdió siempre. Trece derrotas, 84 goles recibidos y el milagro de un gol convertido por un tal Davide Gualtieri. A los ocho segundos del partido frente a Inglaterra, en Bologna, en 1993, aprovechó un error del defensor Stuart Pearce y estableció el 1 a 0. Luego llegaron siete goles de Los Inventores. Aquella jugada estableció un récord, el del gol más rápido de los Mundiales, incluyendo el recorrido previo a la fase final. No está mal para un seleccionado acostumbrado a esperar victorias que nunca llegan.
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